La expectación era grande. ¿Acaso no lo es con cada estreno de Marvel Studios? Ahora que tenemos cine y televisión, la llegada de nuevos proyectos del Universo Cinematográfico de Marvel a las salas se vive con más intensidad. Pero a Thor: Love and Thunder había que sumarle un puntito más. O quizás varios.
Ganas, muchas ganas de más Thor
Había ganas de saber qué más puede aportar Taika Waititi a la franquicia. Había ganas de saber si el director y guionista podría convencer a sus detractores, aquellos que le criticaron por su trabajo en Thor: Ragnarok. Había también ganas de saber si el regreso de Natalie Portman como Jane Foster, o más bien como la Poderosa Thor, estaría a la altura. Y, por supuesto, había ganas de ver al gran Christian Bale en la piel de un villano marvelita.
Voy a ir directo al grano. Porque así lo hace la película, y así lo quiero hacer yo también. Thor: Love and Thunder es un portento. Es una máquina perfectamente engrasada formada por pequeñas piezas en forma de amor, emoción, acción, aventura, tensión y humor. Me atrevo a decir a estas alturas, ya en el tercer párrafo, que estamos ante una de las mejores (si no la mejor) película de la Fase 4 del UCM.
Thor: Love and Thunder es una película sencilla, directa, que sabe lo que quiere y que sabe lo que hace. Esto se puede interpretar como algo bueno o como algo malo, según el cristal a través del cual lo veamos. Cuando un director tiene claro lo que quiere, lo refleja en el metraje. Y si lo hace bien, la sencillez se convierte en un arma muy potente capaz de enganchar al espectador y darle lo que necesita. Es verdad que un poco de complejidad aporta mucho más, pero ahí hay que hilar más fino, y la línea que separa el éxito del fracaso es más delgada.
En este caso la trama se reduce a los héroes teniendo que derrotar a un villano que amenaza con la destrucción. Más sencillo no se puede. Y tampoco hay florituras, adornos o atrezo (ojo, hablo de la historia). El resto de cartas que hay sobre la mesa se van para los personajes y sus relaciones, que es donde Waititi ha querido poner toda la carne en el asador.
Los personajes, lo más importante de Thor: Love and Thunder
En primer lugar hablemos del protagonista, Thor. Muchos han criticado a Waititi por el giro que le dio al personaje en Thor: Ragnarok. El Dios del Trueno pasó a ser alguien de apariencia menos inteligente, un bárbaro sin cerebro que se cree el centro del universo y que es ninguneado por los que le rodean. Eso lo seguimos viendo aquí, sobre todo en el primer tercio de la película gracias a una presentación que sirve para recuperar al Thor “normal” después de los eventos de Vengadores: Endgame. A partir de ahí, la evolución es clara. El Dios del Trueno se echa el peso de ser un héroe sobre la espalda, y conmocionado por los eventos que le rodean, gana en seriedad, determinación y liderazgo. No pierde su humor, pero diría que pasa de ser bobo a ser simplemente tontorrón.
El segundo lugar es para Jane. Ay nuestra Jane. ¿Cómo se puede estar tan ausente del UCM y regresar por una puerta tan grande y que aún así se te quede pequeña? Lo de Natalie Portman y la Poderosa Thor no tiene nombre. Inmensa actriz transmitiendo todo tipo de sensaciones como si la tuviésemos en la butaca de al lado. Inmenso personaje con una fuerza colosal, y no solo a nivel físico. Mola su traje, mola su uso del Mjolnir y mola todo en ella. Grande Jane, grande Poderosa Thor, grande Natalie.
Y en tercer lugar, el villano. Resulta curioso cómo alguien que se apoda Asesino de Dioses puede ser el dios absoluto de la película. La interpretación de Christian Bale como Gorr es absolutamente magistral. Es capaz de transmitir empatía, ternura y amor, para momentos después ser uno de los villanos más aterradores que hemos visto jamás en el UCM. Su capacidad interpretativa está fuera de toda duda, y con su voz, sus gestos y su mirada transmite infinitas sensaciones.
Pero igual que destaco esos tres puntos, la primera pega que puedo poner a la película viene con el resto de personajes. Lo de Korg como alivio cómico ya lo teníamos claro, pero sorprende la poca relevancia del personaje de Valkiria. Bueno, quizás “relevancia” no sea la palabra. Valkiria tiene bastante tiempo de pantalla y la vemos en varias de las grandes escenas de lucha de la película. Participa en la aventura lo suficiente para ser una co-protagonista. Sin embargo, el tiempo dedicado a profundizar en el trío anteriormente mencionado evita que podamos ahondar más en la psique del personaje de Tessa Thompson. No la conocemos más de lo que ya la conocíamos, y no se ahonda en su estado actual más allá de una breve descripción de su posición y de una larga frase en boca de Korg que describe su estado anímico general. O no había tiempo, o no había interés.
La mención especial tiene que llegar para Russell Crowe, que nos regala un Zeus soberbio y acojonado a partes iguales que tanto se acerca como se aleja de la versión del famoso dios griego que todos tenemos en la cabeza. Su papel es meramente cómico, quizás demasiado en algunos momentos, pero Crowe lo maneja de una forma que se lo perdonas todo. Y atención al doblaje, porque en la versión original de la película Crowe finge un acento de persona griega que no habla bien el inglés, lo cual aporta un punto más de personalidad al personaje, y eso en la versión doblada se pierde.
Ah sí, y las cabras. Si no amas a las cabras, mereces un castigo divino.
Los aspectos visuales y sonoros no se quedan atrás
Pero si hay que destacar algo por encima de todo lo demás, es el tono y el aspecto visual de la película. Con una temática a caballo entre lo psicodélico, lo retro y lo heavy metal, la película es toda una oda a los años 70, 80 y principios de los 90. La estética, la iluminación, la gama cromática, el vestuario, el estilismo… todo recuerda a una época pasada que, como ya se demostró en Thor: Ragnarok, encaja muy bien con las aventuras de un dios asgardiano cósmico.
En ese aspecto, no puedo evitar hablar del momento en el que se visita el “cuartel general” del villano, donde todo se vuelve en blanco y negro y, durante la batalla, los destellos de luz se traducen en un vaivén de colores que convierten la escena en algo sumamente destacado.
A todo esto acompaña la música. Por un lado una gran banda sonora original de Michael Giacchino, que para mí ya es uno de los grandes de la industria del cine. Por otro lado, el conjunto de temas escogidos para acompañar a ciertas escenas, con una clara predominancia de los Guns ‘n’ Roses. Todo, y digo todo, encaja a la perfección, y eso se nota en el resultado final.
La polémica, Waititi, el humor y el ridículo
Pero el punto clave de todo esto es, ¿vuelve a ser Thor: Love and Thunder una película de humor, humor absurdo, como ya lo fue Thor: Ragnarok? Pues sí, pero menos. El director y guionista sigue siendo Taika Waititi, un tío con mucha personalidad y con un estilo muy marcado y definido que está presente en todos y cada uno de sus proyectos. Waititi se desató en Thor: Ragnarok para romper con la tendencia que seguía el personaje, y lo hizo de una forma que encantó a unos y apartó a otros. Hubo críticas por el exceso de humor, y porque parte de ese humor fuese demasiado absurdo. Se criticó que ese humor llevase a Thor a ser poco más que un pelele, y se criticó que esto alejase al personaje de la versión más habitual de los cómics.
Pues en esta secuela la cosa sigue por el mismo camino, aunque como dije anteriormente, está todo más equilibrado. Sigue habiendo humor, pero está más esparcido y es más puntual. La película sabe cuándo tiene que ponerse seria, y esos momentos de seriedad no se interrumpen con la broma tonta de turno. Al menos no de forma continuada, como antaño.
Lo mismo pasa con Thor, que como ya dije, sufre una evolución a partir del primer tercio de la película que, al menos en momentos críticos y en la batalla, deja destellos de algo que seguramente contenta a casi todo el mundo.
Los que no disfrutaron de Thor: Ragnarok seguramente no disfrutarán de esta, pero al menos se llevarán muchos elementos de la película de los cuales me temo que no podrán renegar. Es un avance.