[Crítica] Destino Final: Lazos de Sangre

Critica Destino Final: Lazos de Sangre

Era 2014 y un joven que rozaba con la yema de los dedos la alborada de la adolescencia descubría Destino Final, y de inmediato quedaría embelesado con su atrevida propuesta, aquella que bebía directamente del néctar de uno de los miedos y misterios más fascinantes de la vida: la inevitable muerte. Sí, ese era yo, alguien que nunca fue ajeno ni escéptico ante tal escabroso concepto, que vi representarse en su máxima grotesquidad en productos como Los Amigos del Árbol Feliz cuando apenas tenía 11 años. Pero sería con 1000 Maneras de Morir que mi relación con el género del gore y horror se fortificaría y cruzaría el límite entre un simple coqueteo, haciendo que esta categoría cinematográfica se convierta en mi predilecta.

Y así tan natural como la misma muerte, Destino Final se encumbró en lo más alto de mis sagas favoritas, con su voraz e innovativa manera de abrazar a la muerte mediante una narrativa que se nutría del morbo en su máxima expresión. El guión quedaba relegado por una preponderancia en donde lo visualmente grotesco parecía ser ingobernable, representado mediante las muertes más viscerales y descabelladas posibles la fragilidad humana en su lado más limítrofe, desbloqueando así traumas que parecían adormecidos por una anestesiante dosis de idealismo nacida de esa aparente ilusión frente a la vida moderna, aquella que edifica los cimientos de su cotidianeidad evadiendo a la muerte como eje fundamental de la vida misma.

Han pasado casi 15 años desde que tuvimos la última entrega de la franquicia, la cual, aunque no resultó tan popular como sus predecesoras, supo modernizar aquella icónica fórmula narrativa que no solo consolidó a la saga como un referente dentro de su género, sino que también le abriría paso hacía el selecto grupo de filmes que ostentan la etiqueta de cine de culto. Así, esta entrega nutriría su ya conocida narrativa aventajando a sus predecesoras con las virtudes de la nueva década, como las de un CGI más evolucionado, que le permitiría elaborar muertes en escalas más ambiciosas, como la escena inicial del puente en Destino Final 5. Pero sería el plot-twist que propondría esta en el clímax de su tercer acto lo que haría evidenciar que la saga tentaba una inminente reinvención, con decisiones narrativas que construían la firme intención de establecer una línea temporal para un universo, que por fin veía una conexión entre su abanico fílmico. Así, la saga vería una reconfiguración cronológica dentro de su entramado narrativo global, posicionando a la quinta entrega como aparente punto de partida de toda la saga, redefiniendo así el canon de la franquicia.

Con ese contexto previo, podemos comenzar a desmembrar la sexta entrega de la saga, Destino Final: Lazos de Sangre, filme que pretende volver a reformular el concepto conocido de la saga, ahora con la muerte diseminando su exterminio a través de la cadena dinástica usando a los vínculos consanguíneos como excusa para atormentar a un nobel grupo de personajes, herederos no solo de un apellido, si no de una maldición. Aquellos pronto descubrirán que la sangre, en su forma literal y metafórica, será la vía de una inminente masacre que extinguirá el futuro de su linaje.

La muerte se enraíza en el árbol genealógico

Como es obvio, Destino Final ha abrazado a la muerte como eje central de su esquema narrativo. Y es que tal escabroso y sombrío concepto se ha nutrido de ese morbo por lo prohibido que el humano prefiere evadir como pensamiento omnipresente. Así, esta saga ha amasado una base bastante sólida de fans, que sedientos de sangre y muerte, han consolidado a tal estirpe de filmes como una de las más icónicas del género.

Y es que desde que la muerte vislumbró a esta saga como la cómplice perfecta de su oda macabra, una arquitectura argumental emergió como sello distintivo de esta. Aquella era reconocible por presentarnos a un arquetipo personajístico noble, cuyos únicos lazos eran los de amistad. Tal concepto se manejó con excelencia durante los cinco filmes previos a este Destino Final: Lazos de Sangre. Ahora bien, como mencionamos previamente, todo cambió con la quinta entrega de la saga, que si bien es cierto mantuvo ese ensamble juvenil de caracteres, empezó a evidenciar un desgano hacía su clásica formula y emergió el ímpetu de explorar nuevos horizontes como agente catalizador de un universo más cohesivo. De ese modo, Destino Final: Lazos de Sangre toma un impulso narrativo para desafiar las reglas que la franquicia había puesto sobre el tablero previamente, añadiendo un arco que hace más compleja la fórmula de la saga. Hablamos de la consanguineidad como impulso motriz de la muerte. Y es que esta vez, aquella sombría entidad se inmiscuye entre el árbol genealógico de un linaje entero, abriendo así un abanico de nuevas variantes argumentativas que el concepto ya conocido de la franquicia podría adoptar.

Sembrando certezas en un campo que parecía estar minado de dudas

Algo que hace a la saga de Destino Final única en su estirpe es la ambigüedad con la que maneja un origen clave. La única y vaga pista que la franquicia nos ha dejado saborear recae en el personaje de Bludworth, interpretado por el célebre y eterno Tonny Todd. Este personaje, envuelto en un aura tan misterioso y complejo como la misma parca, ha sido el único presente en cada una de las propuestas fílmicas de la franquicia. Y es que acechante desde las tétricas sombras de lo fúnebre, este personaje se mantenido como un fiel y ferviente testigo de la avalancha de decesos que la muerte ha cobrado como saldo de la osadía de desafiarla. De tal modo, y como es ineludible por el ocultismo que lo precede, este personaje ha sido blanco de infinitas teorías que han sugerido incluso que podría ser la encarnación misma de la señora M.

La muerte: Lo que se hereda, no se hurta

En ese sentido, y con tal panorama algo sacudido e indescifrable por el frenesí de la tragedia, Destino Final: Lazos de Sangre funge como un enfoque más nítido hacía el origen de la saga, dándole un punto de partida a la franquicia. Así, esta propuesta fílmica nos presenta a las piezas clave de su macabro juego de ajedrez, este ensamble de personajes, algo escépticos e ingenuos respecto a su maldición familiar, que verá su inmediata fulminación tras la muerte de la matriarca de su familia, Iris, quien exiliada en una fortaleza contendrá tal fuerza maligna aunque ello conlleve la fractura y renuncia definitiva a una convivencia tradicional con su decendencia. Aquellos verán su obsesión por la muerte como arma disuasora para evitar un contacto perenne, convencidos de que su abuela ha perdido la cordura.

Así comenzará el clásico ciclo de muertes en cadena, que lideradas por la ya canónica premonición, empezaran a extinguir a la familia Reyes-Campbell de las maneras más grotescas, macabras e ingeniosas posibles. El miembro que sostendrá el peso narrativo en esta ocasión será Stefani Reyes, quien tras ser atormentada por sueños proféticos en donde la tragedia encumbra sucesos macabros, emprenderá una búsqueda hacia la raíz de tan horrorosas visiones, solo para desentrañar una verdad que la dejará tan helada como un cadáver. Años atrás, Iris, su abuela, tuvo la osadía de advertir una catástrofe que cobraría muchas vidas, incluida la de ella. La consecuencia directa es la muerte tan inmisericordiosa como profética, por la que esperaría pacientemente durante décadas, empezando a hacer su trabajo por quién tuvo la intrepidez de desafiarla. Así Iris, a pesar de contener sus miedos en una fortaleza incorruptible que la resguardaría del infortunio, será consumida lentamente por una enfermedad tan silenciosa como letal: el cáncer. Por consecuencia directa, su decendencia entera estará condenada a sucumbir al deceso tarde o temprano. Así, el cíclico arco fatal de decesos empieza a recitar su letal poesía, y nos lleva a la fortaleza de Iris, quien es visitada por su nieta, Stefani. Ahí esta es encarada, y en un intento de persuasión casi suicida, Iris le otorga un manual repleto de jeroglíficos (que incluyen referencias a las cintas previas), el cual le servirá para salvaguardar su estirpe familiar. Así que posterior a ello y en divergencia con sus propias palabras, Iris se expone por primera vez fuera de la fortaleza, y en un afán bastante literal de demostrar su teoría, deja que la muerte haga su trabajo y una varilla metálica le atraviesa los mismos sesos, sellando y precipitando su final de la manera más paradójica posible: bañando de sangre a la suya propia (Stefani). Con semejante suceso y de la manera más irónica posible, el sermón previo de Iris sobre la protección de la familia se desbarata y se torna en una decisión guionística bastante estúpida y contradictoria, resultando absurdo que tras años de soportar enclaustramiento y resistencia, la matriarca de los Campbell deje vencer su fuerza de voluntad y ceda ante el coqueteo de la muerte, dejando a su familia apenas con un atisbo de salvación y expuesta a los caprichos de esta oscura entidad.

Renunciando a una interconexión más ambiciosa

Aprovechando el tema de Iris y su plan de protección familiar, debo abrir otra rama argumentativa sobre factos negativos de esta entrega, resaltando la poca importancia del manual de supervivencia que Iris le entrega a su nieta (Stefani), ya que el material promocional previo y el mismo filme en cuestión, vislumbraba entre las páginas engarabatadas de este, el bosquejo del Vuelo 180 de Volée Airlines y un camión con los famosos troncos, que parecían encajar con la tragedia sucedida en Destino Final 2. En ese sentido, esta nueva propuesta cinematográfica de la saga parece desaprovechar estos elementos clave de la franquicia, que podían haber servido de nexo intrínseco entre todos los engendros fílmicos de la saga, algo que hubiera dotado de una cohesión narrativa más redonda a esta franquicia que parecía perdida respecto a seguir un hilo argumentativo de hechos sólidos. 

La franquicia que encumbró a Tonny Todd le da el solemne y más simbólico adiós

Sin duda, Tonny Todd ha sido el capricho más longevo que el cine de terror ha tenido, y es que su icónica e imperecedera interpretación en Candyman embelesó a millones a inicios de los 90. Seducidos por el melifluo néctar letal del filme y la hipnótica performance de Todd, elevaron a esta joya del slasher al estatus de culto. Aquella ecúmene noventera sería testigo también del inminente enquistamiento de Tony en el mundo Hollywoodense. Pero sería la saga Destino Final la encargada de trazar el sendero definitivo para que esta luminaria, hoy apagada, dance al fúnebre compás del género que mejor encapsuló su icónica aura: el del terror, que en este caso en particular, torció los renglones de su narrativa hacía el de la inexorable muerte.

De tal manera, tan fugaz como el embargo de la muerte misma, la figura de Todd se convertiría en la insignia inextricable de esta saga. Y es que la ambigüedad argumentativa de su personaje estableció un magnetismo narrativo que secuestró la atención del espectador, que filme tras filme esperaba una desconstrucción personajística algo más profunda de William Bludworth (para los viejos amigos, El Forense), si nos referimos a aquella entidad que parecía ser el aliado de la fatalidad, heraldo del deceso y celador de lo fúnebre (literalmente, porque trabajaba en una funeraria). Por desgracia, y en contra de nuestros anhelos, la saga se encargaría de darnos a cuenta gotas vagos vestigios del origen de este tétrico carácter bajo un estela de más misterios que certezas. Incluso inclinando la balanza de teorías hacia una que sugería que el mítico personaje que encarnaba Tonny Todd era la representación de la muerte misma. De ese modo, tubieron que transcurrir 25 años para que la saga, por fin, nos revelase el arcano origen de tan enigmático personaje y su indesligable vínculo con la parca misma.

Retroalimentado la sequía argumentativa previa, llega la sexta entrega de la franquicia, la cual implanta las semillas de la certeza en un campo que parecía minado por la incertidumbre para por fin explicarnos parte del lore y origen de esta mítica y sangrienta saga. Así pues, entre las revelaciones más sustanciosas, surge una que tira abajo todas las teorías más recurrentes de esta saga.

¿Quién es realmente William Bludworth?

Esta sexta propuesta fílmica de la franquicia revela que el pequeño que Iris salva en la premonición que abre el largometraje es el mismo Bludworth. Pero, ¿cómo evadió tantos años a la muerte?

Sin una ciencia tan sesuda, resulta que el hecho de que Iris haya logrado sobrevivir tantos años a la parca hizo que no solo su familia fuese encapsulada en esa fortaleza abstracta de protección, sino que el mismo William también fuese cubierto con su manto, quien según la premonición debía ser el siguiente en caer en las garras de esta oscura entidad. Así, esta serie de sucesos instauran un origen sólido para este personaje tan importante para la saga. Además, contextualiza su perenne presencia en cada entrega de esta, todo orquestado en una escena que francamente se ejecuta al compás de un paralelismo entre la ficción y la realidad que resulta emotivo, por decirlo menos.

Dicha escena, cuyos párrafos reflejan una escritura con pluma en llamas, ubican a nuestra argolla protagonista en la morgue (en donde paradójicamente trabaja Bludowrth). Ahí buscan a William, figura que se erige como el lexicón de la muerte misma, y entre algunos frenéticos diálogos cargados de exaltación, este les revela dos eventos cruciales para la configuración del canon de la saga: Kimberly Corman (Destino Final 2) aún vive, mientras que él (al igual que su vieja amiga, Iris) ha sido consumido por un letal cáncer. Cuando el poder de la palabra le es cedido, este esboza unas líneas tan profundas que podrían interpretarse como una carta de despedida previa a su fallecimiento en 2024. De esta gloriosa manera se consuma la última aparición del actor en la pantalla grande, en una franquicia que abraza a la muerte como eje vital de su narrativa. Una paradoja que incita a la reflexión inmediata.

Destino Final: Lazos de Sangre alumbra una de las mejores muertes de la saga

Destino Final, sin duda, se erige como una oda cinematográfica al ingenio mordaz y la meticulosidad en su estado más puro. Y es que orquestada con una excelsitud digna de estudio, esta estirpe de filmes convierte su predecible fórmula en algo más que muertes en cadena, para abrazar una intelectualidad argumentativa que se sostiene en la creatividad con la que se premeditan los decesos, esos que con tal inmediatez se divorcian de aquella simpleza extrema que emana la saga en su conjunto. Y es que cada vez que surge una nueva entrega de esta franquicia, inevitablemente las expectativas se desbordan, por ser testigos de las nuevas y tortuosas trampas a las que la muerte someterá a nuestros protagonistas, solo para reafirmar su dominio.

Y en efecto, esta nueva entrega no escapa de estas garras innovativas, y de hecho, abraza tal hazaña con un ingrediente agregado que sazona con picardía el lado jocoso del filme, burlándose incluso de sus hermanas fílmicas. A continuación desmenuzamos brevemente tales escenas, que se convierten también en el arma de doble filo de esta Destino Final: Lazos de Sangre. Y es que el humor, negro en este caso, nunca ha sido un elemento indiferente para la saga de Destino Final. Y aunque siempre se ha mantenido oculto entre la sangre derramada y los escombros de la tragedia, su macabra presencia ha sido testigo y cómplice, sobre todo en los decesos más ridículos (escena de la sauna en Destino Final 5, escena de la barbacoa en Destino Final 2, entre otras) del regocijo humano por la muerte en su estado más absurdo.

Zambulléndonos ya en el filme, tomaremos tres arcos argumentales previos a los decesos de nuestros protagonistas. Empezaremos por la muerte de Julia Campbell, la cuál es más que interesante, porque ejemplifica a la perfección el concepto de mofa hacia la saga misma. En escena tenemos a toda la nobleza de la familia, ingenuos y escépticos aún (a pesar de la muerte de su padre), a excepción de Stefani, quien en lo que parece coquetear con la ruptura de la cuarta pared, advierte a su estirpe familiar argumentando un patrón que podría desencadenar la tragedia, que parece en demasía sugerir que esta posee poderes clarividentes. Tal como lo advierte, la protagonista estrella de esta nueva macabra travesía, la desgracia se desata en el justo orden como ella lo expresó previamente, provocando que una varilla caiga sobre un hombre con un soplador de hojas, las cuales privan de visión a unos jóvenes que jugaban con un balón, este a su vez golpea a Julia haciendo que esta caiga a un contenedor de residuos que posteriormente es vaciado a un camión de basura. De inmediato todos urgen a su ayuda y Stefani por razones obvias acelera el paso para evitar lo que ella sabe inevitable, que es que Julia es prensada por la maquinaria el vehículo y Stefani se queda con el único vestigio de esta, su brazo.

Siguiendo con el orden de las tragedias envueltas en mofa, tenemos a Erik Campbell, otro eje fundamental sobre el que una comedia solapada depositará toda su esencia al revelarse de la manera más anticlimática posible. Vale la pena recordar su desconexión del linaje principal que la muerte amenaza. Y es que tras un sermón por parte de Stefani sobre la condena de toda su estirpe genealógica, que, por fin sacude y convierte en certeza la duda de la familia sobre la extinción de su dinastía, la madre de Erik revela que este no es descendiente directo de los Campbell, ya que Howard no es su verdadero padre. Así este, aparentemente, se libra de la inminente purga de la muerte.

Sin embargo, y en un acto que glorifica el poder de la misma y la consecuencia de desafiarla, Erik empieza a ser coqueteado por la parca, quien en un intento de advertencia a su mofa previa, pretende ultimarlo en su estudio de tatuajes, arco que contribuyendo a lo juguetón y pretencioso de la saga, no termina en tragedia, aunque da pie a una de las mejores muertes que la saga ha podido vislumbrar en su larga trayectoria.

Así pues, tal magnificencia mortal transcurre cuando el ensamble protagónico visita a Bludworth. El guión, muy inteligentemente, se ramifica hacia dos arcos argumentativos en los que prevalece el de Erik y Bobby y su vertiginoso deseo de evadir la muerte, naciente de la previa explicación de William sobre el cómo y por qué Kimberly Corman había burlado a la señora M. En ese contexto, ambos personajes intentan evitar la muerte de Bobby quien, según el linaje, es el blanco continuante de la caza mortífera. Así ambos incluso sugieren, en abstracto, la idea de exterminar la vida precoz, observando con deseo la jugosa trayectoria vital de cientos de bebés (escena que recuerda al arco de Peter en Destino Final 5) para posteriormente evaporar tan macabra idea. Es ahí en donde Erik tiene una lluvia de posibilidades, en las que ultimar a Bobby domina la lista. ¿Cómo? Ultimarlo valiéndose de su alergia al cacahuete. Es así como se da pie a una de las mejores muertes de la saga: ambos protagonistas ingresan a una sala de resonancia magnética tras un intento bastante rebuscado de la muerte de ultimar a Bobby con una maquina expendedora. Ya en el lugar, comienza la misión imposible. Bobby hace lo propio ingiriendo el cacahuete, mientras que Erik observa. Es en ese momento que la muerte empieza a hacer su letal labor. Erik confiado por su inexistente lazo cosanguíneo no presiente peligro, pero engrandeciendo y haciéndole justicia a la frase de la misma Iris («A la muerte no le gusta que le arruinen sus planes«) la parca fulmina a dos pájaros de un solo tiro, encendiendo el nivel máximo de la máquina de resonancia, la cual empieza a arrancar cada piercing del cuerpo de Erik para que, posteriormente, y gracias al auspicio de una inofensiva silla de ruedas, este sea aplastado y empalado por esta misma. Mientras, un Bobby agonizante y en una aparente misericordia de la muerte, es salvado por sus pastillas y también ultimado con un resorte de la maquina expendedora que le perfora el cráneo. Fin.

Hemos llegado al final de estos tres arcos mencionados, y el último es el de los hermanos supervivientes a la masacre dinástica. Hablamos de Charlie y Stefani, quienes tras luchar con la misma señora parca en el clímax del filme, y aparentemente librarse de su maldición, acuden a una celebración en donde Stefani empieza a tener un sensación de extrañeza inmediata tras vislumbrar a una joven con el vestido de su abuela en su premonición. A continuación, la moneda que lideraba dicho sueño profético entra en escena y empieza a desdibujar el aura de algarabía de ambos, quienes vencieron a la muerte usando la técnica de Kimberly. El problema es que esta última realmente había muerto, siendo revivida con reanimación cardiaca, mientras que Stefani solo despertó de una inconciencia producida por su asfixia. Así, ambos personajes descubren su inminente y fatal destino cuando la bendita moneda se cuela entre las rieles de un tren para descarrilarlo e ir a por ambos hermanos. Nuevamente, una luz de esperanza y vida se enciende y ambos salen ilesos de la desgracia, solo por unos segundos, ya que uno de los artefactos insignias de la saga hace su trabajo para desvivirlos. Sí, hablamos de los troncos de Destino Final 2, los cuales terminan asomándose para desmembrar y ultimar a los dos últimos miembros de este linaje que nunca debió existir.

Conclusiones

Es irrefutable que la saga Destino Final ha sido una de las franquicias más longevas que el género del horror-gore ha alumbrado. En el apogeo de su éxito, ello puede atribuirse a su irónica manera de cortejar con la señora parca a través de métodos innovadores de extinguir la vida. Así, esta oda al desastre y tragedia despliega un juego macabro, ambiguo y tortuoso al que somete a su espectador, encumbrando a la incertidumbre como motor impulsor de esa curiosidad por saber que hay tras el umbral de los retorcidos renglones de su guión, uno en donde lo ambiguo emerge como sello diferenciador. Y es que tal embrujo narrativo ha sido el culpable de eternizar, tal cual la muerte, a esta franquicia en la memoria del cine contemporáneo.

Enfocando nuestra perspectiva crítica hacia un terreno más contemporáneo y con Destino Final: Lazos de Sangre como la respuesta a las exigencias de tal generación, debemos desmenuzar qué apartados logran trascender y qué otros debilitan los cimientos narrativos de esta sexta entrega de la franquicia.

Partiendo por lo más destacado, cabe resaltar el constante esfuerzo de la saga por revitalizar su arquetipo narrativo a través de renovados y frescos enfoques narrativos, que configuran una argolla argumentativa que destila dinamismo. En paralelo, otra virtud digna de mención es su potente ensamble personajístico, uno que dosifica (a veces en exceso) un humor que te respira en la nuca como antídoto ante tan macabro relato. Finalizando este abanico de elogios, conviene evocar también su tímido, aunque valiente, intento por expandir el canon de la franquicia hacia uno en donde prime una arquitectura ambiciosa y cohesionada mientras nutre un lore más amplio de saga.

En contraste, y de una manera paradójica, tales virtudes también se convierten en el talón de Aquiles de esta entrega de la saga. Hay dos elementos en particular cuya ejecución, aunque aparenta funcionalidad, carece de falta de equilibrio y armonía narrativa. En primer lugar, el núcleo protagónico, este grupo de caracteres que forjan los momentos cumbre de esta propuesta, esencialmente aquellos que testifican sus horribles decesos (alguna de ellas empañadas por un CGI que rompe esa fatídica ilusión de muerte en su estado más grotesco), se convierte en la vía por la cual se disemina una comedia ácida, la cual sin ser convocada, irrumpe en momentos clave del filme, resultando nociva y contra restante al diluir el peso que el entrevero trágico dinástico desea proyectar en cada escena.

Por otro lado, el intento de expandir el canon, aunque valiente en decisión, no es suficiente argumentativamente hablando. Y es que cada decisión guionística que aspira a lograrlo se siente sin contundencia y enfocada hacia otra perspectiva, incluso evocando una evidente indiferencia hacia arcos que tienen el potencial de lograrlo. Para brindar un poco de nitidez al panorama, ejemplificaré alguna de ellas. Para empezar tenemos el manual que Iris le otorga a Stefani. Aquel insinúa y deja con la miel en los labios a un espectador que espera que aquellos jeroglíficos que rememoran tragedias de filmes previos de la franquicia evoquen algún tipo de conexión más grande. Sin embargo, no lo hace y, por el contrario, prefiere usar a un ancla insignia de la saga (Kimberly) para revelarnos un evento tan importante como predecible, que surge como respuesta bastante tardía a una interrogante largamente postergada.

En ese sentido, y para cerrar este sesudo análisis, la inmediata conclusión que surge de esta Destino Final: Lazos de Sangre, es que mantiene palpitante el corazón de la saga gracias a una fórmula que se arriesga a la reinvención, pero se acobarda ante una contemporaneidad plagada de universos compartidos. Así, esta entrega se queda en un limbo simétricamente equilibrado, en donde sus virtudes también resultan siendo sus debilidades. Con una propuesta que permanece devota a la esencia de la saga, este filme garantiza un festín de sangre y risas que, aunque opacadas por algunos momentos anticlimáticos, redondean un producto digno de la absurdez y magnificencia de Destino Final.