[Crítica] Logan

Póster de Logan

Logan supone un punto y final en la que ya podríamos denominar la mitología cinematográfica de Lobezno (Wolverine). Y, frente a sus dos entregas antecesoras sobre el personaje, es la que más da la talla sin lugar a dudas. Pero Logan, como ya podemos intuir por su título, no es una película de superhéroes al uso. Es más, ni siquiera es una película de superhéroes. Es una película sobre personajes.

En esta última entrega, el actor Hugh Jackman lo da todo para ofrecernos al Lobezno más crudo posible. Un Logan en su última etapa, mayor, cansado física y psicológicamente. Harto de vivir. Aunque esta película se desvincula notablemente de todas las de la franquicia mutante, sí que es verdad que parte del hecho de que conocemos su pasado. Somos conscientes de todo por lo que ha pasado, todo lo que ha sufrido. Y así nos lo refleja cada mirada de un enorme Jackman. Así, la película no se detiene en explicarnos todo lo vivido por un longevo y hastiado Lobezno, sino que se centra en las consecuencias de ello.

En lugar de adaptar un arco concreto, o reflejar ciertas cosas directamente de los cómics, Logan prefiere coger los elementos necesarios de la mitología mutante para contar una historia propia, que tampoco se aleja mucho de la personalidad de Lobezno. Así pues, la película trata con el tema de la inmortalidad, algo que ya se tanteó en la anterior Lobezno Inmortal. Qué pasa cuando has vivido y sufrido tanto, y no puedes morir para acabar con tanto dolor en tu conciencia. Se plantean conceptos interesantes y conversaciones que reflejan el sufrimiento de Lobezno tal y como lo conocemos de los cómics.

Para ello ayuda un Patrick Stewart que, además de ofrecernos una nueva cara del Profesor Xavier, está soberbio en su papel. Al igual que Logan, Charles se encuentra en un momento muy crudo de su vida. La edad le ha pasado factura, y la cabeza ya no le rige como antaño. Por ello, Logan ejerce de cuidador del que fuera el cerebro más poderoso del mundo, mientras intenta lidiar con su pasado. Al combo se suma Laura, interpretada por Dafne Keen. Y en la figura de esta joven actriz encontramos una X-23 sangrienta, salvaje y muy prometedora. Juntos emprenden un viaje que nos ayudará a entender cuánto quiere vivir Laura y cuánto ansía dejar lo vivido atrás Logan.

La acción también supone una mejora respecto a las anteriores películas. La calificación para adultos de la cinta ayuda a que Logan no contenga sus garras y corte a diestro y siniestro. Por supuesto, con la ayuda de su joven compañera. Y es que, pese a lo intimista de la película, las escenas de acción son numerosas y salvajes.

Estamos, en definitiva, ante una genial historia de origen de X-23 y un gran final para Lobezno. La película cuenta con su dosis de guiños a los X-Men y su mundo, aunque prefiere centrarse en un terreno más realista para reflejarnos de mejor manera la crudeza de ser Logan. De este modo, Lobezno se despide de la manera menos superheroica pero más sentimental posible. Y es que, si terminas la película sin sentir nada de pena al ver esta última actuación de Hugh Jackman como Lobezno, es que no tienes sentimientos. Hasta siempre, Jackman Logan.