[Crítica] Coleccionable Spider-Man 2: Percepciones

Coleccionable Spider-Man 2: Percepciones

Coleccionable Spider-Man 2: Percepciones

Continúa Panini Comics con esa colección que recupera el Spiderman de Todd McFarlane, y aquí tenemos Coleccionable Spider-Man 2: Percepciones, segundo número que recoge los números USA del 6 al 12.

El tomo incluye dos arcos argumentales, uno protagonizado por el Duende, Spiderman y el Motorista Fantasma, y otro protagonizado por Spidey y Lobezno, siguiendo un formato similar al de Marvel Team-Up donde siempre vemos al trepamuros colaborando con algún otro personaje. Por si no fuera poca la expectación y la polémica que despertaba McFarlane por sí mismo en la época, estas páginas ayudaron aportando sus granitos de arena, más en el apartado polémico que en cualquier otro, al tratar ciertos temas que parecieron tocar la fibra sensible de mucha gente.

El primer arco, como digo, gira en torno al Duende, un personaje que queda retratado como más maligno y loco que nunca, aunque también con su punto de tipo incomprendido. Como bien indican en el prólogo, la idea inicial de McFarlane era utilizar al Duende Verde, pero dado que no era posible por problemas de continuidad, se le abrieron las puertas del Duende, un personaje que parecía que encajaría a la perfección en su estilo, algo que a posteriori quedó demostrado con creces. Tampoco escapa al estilo del dibujante el Motorista Fantasma, muy de moda en la época, ya que, aunque no tiene capa, las llamas que le rodean dan mucho juego.

Coleccionable Spider-Man 2: Percepciones

En estas páginas vemos a un Duende totalmente trastornado, que oye voces que no existen y que cree estar cumpliendo con una causa que, si la analizamos, no es del todo mala, pero le fallan los métodos. El personaje aparece retratado de la forma más siniestra y grotesca posible, gracias al juego que da su apariencia y lo perfectamente que se adapta esta al estilo sombrío y exagerado del guionista/dibujante. Además de las facciones, los dientes, las garras, los ojos, el Duende tiene capa y tiene capucha, y eso en manos de McFarlane es oro.

El Duende busca eliminar el mal de la Tierra, o más bien lo que él considera el mal, y no importa cómo lo haga, aunque tenga que matar. Después de asesinar a su madre, el Duende lava el cerebro de un niño al que convence para que se una a su causa, adoptándolo como su protegido con consentimiento del infante, y siendo este el centro de la polémica por insinuarse que el villano abusa del pequeño. Fruto de estos sucesos, el Motorista Fantasma pone su punto de mira sobre el Duende, pero al igual que el villano, su fin es castigar sin importar el método. Spidey, por su parte, se ve atrapado en medio de un berenjenal en el que tiene que detener al villano, detener al anti-héroe y salvar al niño.

Vemos como el guión mejora sustancialmente con respecto a lo leído en el primer tomo, con algo más de profundidad y de nuevo una moralina sobre si el fin justifica los medios. Los diálogos tienen más chicha, da la sensación de que McFarlane le va cogiendo el truco a eso de escribir, a pesar de que la balanza continúa caída del lado artístico por mucha diferencia. Eso sí, se trata de un arco de únicamente dos números, por lo que la complicación de realizar un guión consistente se reduce considerablemente.

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Esto se adivina también en el siguiente arco, donde Peter Parker es enviado a Canadá por el Daily Bugle a cubrir la noticia sobre una serie de asesinatos de niños llevados a cabo, supuestamente, por una bestia que vive en los bosques que resulta ser el Wendigo. Allí, se desencadenan una serie de acontecimientos que nos llevan a descubrir que no todo es lo que parece, algo de lo que el mismísimo Lobezno se encargará de sacar a la luz con la inestimable ayuda de nuestro querido lanzarredes. Una vez más, todo rodeado de polémica por tratarse de asesinatos de niños y por la violencia de los mismos, aderezado con un buen toque de crítica a la prensa y su búsqueda de la noticia a toda costa.

Aunque el final es ligeramente predecible, este segundo arco nos deja con la sensación de que la faceta de guionista de McFarlane está yendo de menos a más, lo cual es de agradecer. Y si hablamos de esto todo el tiempo es porque en el apartado artístico poco hay que decir que no hayamos dicho ya. Los dibujos son espectaculares, en la línea oscura y sombría de siempre, siendo aún la razón principal del éxito de esta serie. Si el personaje se adapta a su estilo, genial, como ocurre con el Duende, pero si no, ya se encarga McFarlane de llevarlo a su terreno, como hace con el Motorista Fantasma, el Wendigo o incluso con Lobezno, al que retrata en la mayoría de ocasiones en su versión más animal.

Como anécdota, cabe comentar que el autor recupera el traje amarillo y azul de Lobezno en una época en la que el personaje vestía de marrón, amarillo y negro, un cambio que pronto sería adoptado por los creativos de las series regulares en las que aparecía el mutante.