[Crítica] Lobezno: Origen II Nº 1

Wolverine: Origin II Nº 1

Wolverine: Origin II Nº 1

Uno de los secretos mejor guardados de Marvel Comics fue revelado el pasado 2001 con una miniserie de seis números titulada Lobezno: Origen. En ella, el guionista Paul Jenkins y el dibujante Andy Kubert borraban de un plumazo una de las señas de identidad de uno de los buques insignia de la Casa de las Ideas, Lobezno, al revelar el pasado de un personaje que llevaba más de 40 años siendo una incógnita.

Esto molestó a algunos fans, que sintieron que era como eliminar uno de los rasgos característicos de su mutante favorito, pero lo cierto es que la serie fue todo un éxito, tanto por el tirón de Logan y la expectación por conocer su pasado, como por la gran calidad del material a nivel narrativo y artístico. Y no solo eso, sino que además estos orígenes fueron incorporados a la continuidad del personaje de forma que ha influido notablemente en su evolución desde entonces.

Dicho esto, era inevitable que, tarde o temprano, llegase una secuela que rellenase aún más huecos. Y fue más bien tarde, porque han pasado 12 años, esta vez de la mano del guionista Kieron Gillen, al que acompaña el hermano del dibujante de la serie original, Adam Kubert.

Como no podía ser de otra forma, y después de los hechos acontecidos en la primera mini-serie (donde somos testigos de la manifestación de los poderes de Logan en medio de una masacre familiar), Lobezno: Origen II Nº 1 nos sitúa en medio de los bosques nevados y nos presenta a un Logan que ahora vive entre una manada de lobos como si fuese uno más.

Wolverine: Origin II Nº 1

En realidad, este número tiene más aspecto de introducción que de otra cosa. Es más, incluso podría ser una historia independiente, ya que tan solo nos sitúa, y tiene un comienzo y un final que probablemente nos llevará a un escenario distinto en el segundo número. No hay mucho que leer, más allá de la voz en off del propio Logan, ya que aparte de nuestro querido Lobezno no vemos a ningún otro humano, solo lobos y un oso, y no hay diálogos. La verdad es que parece algo más propio de Tarzán o de El Libro de la Selva, y no aporta absolutamente nada a la mitología del personaje. Ahora bien, como digo, tiene pinta de ser más una puesta en escena que otra cosa.

Al final, la cosa se queda en una especie de fábula con moralina sobre la importancia de la familia, la libertad, lo efímero de los momentos felices de nuestra vida y la figura siempre presente del mal. Porque lo bueno no siempre dura para siempre… Aún así, Gillen no se muestra inspirado, y dadas las expectativas para una serie como esta, era inevitable esperar más de ella.

Dada la falta de diálogos, gran parte del peso de este primer número recae en los lápices de Kubert, que si bien no presenta su mejor trabajo, sí me gusta mucho como retrata esos paisajes nevados contrastando con los colores cálidos de la manada y el cubil. Y mención especial para las páginas finales, nada originales pero siempre muy llamativas en esas combinaciones de rojo sobre fondo blanco que supone la sangre sobre la nieve limpia. Ahora bien, esto es algo normal, porque si algo se le da bien a Adam Kubert son los paisajes, como queda de manifiesto su tratamiento del montón a la hora de incluir a Logan en las viñetas.

Al final, con una historia intrascendente que, espero, es una mera introducción a lo que está por venir, y un trabajo artístico poco destacable tanto para bien como para mal, comienza una esperada serie de la que aún cabe esperar mucho, tanto como para que al final nos lamentemos por haber desperdiciado estas páginas en algo tan insustancial.